¿Cómo tratar el Hígado Graso?
Un 20% de la población mundial sufre de hígado graso. Esta estadística se incrementa cada año gracias a los cambios en el estilo de vida que se han dado en las últimas décadas.
Nuestras vidas, ahora llenas de alimentos procesados y sedentarismo, han llevado a que el hígado graso no alcohólico sea supremamente común, especialmente en países occidentales.
La verdadera preocupación de los gastroenterólogos y otros profesionales de salud es que el hígado graso es generalmente diagnosticado solamente en pacientes que completan su evaluación física todos los años.
Sin embargo, cuando no es tratado, el hígado graso puede resultar en cirrosis y se ha correlacionado con una incidencia de cáncer de hígado de 20 veces más alta que en una persona sin la enfermedad.
Esteatosis Hepática o Esteatohepatitis No Alcohólica
El hígado graso se refiere a la presencia de grasa en el hígado que no es producto del consumo de alcohol. La enfermedad se clasifica en dos tipos según el estado del hígado. La esteatosis hepática se da cuando hay grasa en el hígado pero no hay inflamación. La esteatohepatitis no alcohólica se ve cuando hay grasa y además se ven cambios inflamatorios asociados a la presencia de grasa en el hígado.
Independientemente de la clasificación, los factores de riesgo son los mismos: la presencia de colesterol y triglicéridos altos, el síndrome de ovarios poliquísticos, el hipotiroidismo, la obesidad, la hipertensión, la diabetes mellitus, la resistencia a la insulina, el apnea del sueño y el síndrome metabólico.
El síndrome metabólico se define como la presencia de triglicéridos mayor o igual a 150mg/dL, HDL (colesterol bueno) bajo, presencia de hipertensión arterial o una presión arterial mayor a 130/85, presencia de glicemia o glucosa en ayunas mayor a 100mg/dL y obesidad abdominal (por arriba de 88cm en mujeres y 100 cm en hombres).
El Diagnóstico del Hígado Graso
Esta enfermedad es generalmente asintomática. Pocos pacientes describen un dolor abdominal sordo y molesto del lado derecho. Al no ser una enfermedad incapacitante o que produzca síntomas en general, los gastroenterólogos experimentan muchos problemas con el diagnóstico y seguimiento de los pacientes.
Por lo general, la condición se descubre durante los exámenes de sangre de control y rutina que muestran alteraciones en el hígado o por un ultrasonido del área abdominal, para otra cosa, en donde se identifica que hay grasa en el hígado. La condición se confirma por medio de un ultrasonido, TAC o biopsia.
Una vez que se ha identificado la presencia de grasa en el hígado, el médico debe descartar otras enfermedades con una revisión de la historia clínica del paciente además de confirmar que el paciente no consume alcohol en altas cantidades. La razón para completar estos criterios de diagnóstico se basa en que la presencia de grasa en el hígado puede ser el resultado del consumo de alcohol, otras enfermedades hepáticas como la hepatitis, el uso de ciertos medicamentos y otros. Es importante descartar otras posibles causas para indicar el tratamiento adecuado para el paciente.
Una Enfermedad Curable y Reversible
La buena noticia es que, cuando se le da el control y tratamiento apropiado, el hígado graso es una enfermedad completamente curable. Dicho tratamiento no es de origen médico, sino que depende de la reducción de peso y realización de ejercicio. Sin embargo, aquellos pacientes que tienen colesterol alto, triglicéridos altos, azúcar alta o presión alta deben ser tratados para controlar estas condiciones y así ayudar al hígado. Si el paciente no tiene problemas de colesterol, triglicéridos o azúcar pero si tiene inflamación en el hígado (lo que indica alteraciones en la función hepática) se prescribe vitamina E.
Se ha comprobado que una pérdida de peso inicial de un 5-10% del peso inicial del paciente reduce la cantidad de grasa en el hígado. Además estudios demuestran que el ejercicio, en conjunto con la pérdida de peso, está asociado con una mejora en los parámetros de inflamación tanto en biopsias del hígado como en el laboratorio.
El hígado graso es una de las causas principales de cirrosis. Si el paciente no consigue la reducción de peso inicial, se recomienda el uso de otras medidas más agresivas como medicamentos de reducción de peso, balones intragástricos o cirugía bariátrica. Estas medidas solo se recomiendan en los casos en que no hay resultados pasados 6 meses después del cambio de estilo de vida.
Recuerde Mantenerse Saludable
El hígado graso y sus asociadas complicaciones pueden mitigarse con la práctica de un régimen de ejercicio y buena nutrición. El régimen debe estar acompañado de evaluaciones médicas anuales según la recomendación de las autoridades de salud. Pero aún más crítico es estar consciente de las serias consecuencias de no darle seguimiento a esta condición. Los pacientes deben estar en control médico para ir valorando el progreso o mejora de la enfermedad. En caso de que la enfermedad esté progresando, es necesario hacer intervenciones agresivas para evitar el desarrollo de cirrosis, una enfermedad irreversible y comúnmente mortal.
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