6 beneficios del ejercicio físico para la salud estomacal
Es bien sabido que la actividad física mejora nuestra salud de forma integral y que sus beneficios llegan a todo nuestro organismo, incluido el sistema digestivo.
Todos sabemos que hacer ejercicio favorece la salud en múltiples aspectos, pero ¿había escuchado usted que tiene beneficios concretos para el aparato digestivo? Así es. Con la actividad física producimos una serie de hormonas esenciales para el buen funcionamiento de nuestro sistema gastrointestinal. Con la guía de la gastroenteróloga Lauren Valerio, le contamos cómo estar en movimiento impacta positivamente nuestro estómago. “Al movernos, nuestro sistema digestivo también se mueve, entonces, por ejemplo, a aquellos pacientes que tienen mucha distensión abdominal o gases y estreñimiento, les es mucho más fácil ir al baño”, explica la doctora Valerio. Ya sea ejercicio aeróbico —como caminar, trotar o correr— o anaeróbico, como alzar pesas, el esfuerzo físico favorece el aparato digestivo. Y, mejor aún, si se combinan ambos. “El ejercicio aeróbico puede hacer que los pacientes boten gases y vayan al baño más fácilmente, y en el caso del ejercicio anaeróbico, como implica hacer mucha fuerza en el core, es decir, en el área del abdomen, también eso favorece las evacuaciones”, agrega la doctora. Con la actividad física producimos mioquinas, unas sustancias con capacidad antiinflamatoria secretadas por el músculo esquelético. Al contraerse el músculo durante el ejercicio, se liberan mioquinas al sistema circulatorio. Esto estimula los procesos metabólicos, tales como la oxidación de grasas y la captación de glucosa por las células. Por ejemplo, estas sustancias actúan en beneficio de quienes padecen distención abdominal, afección en la que el vientre se siente lleno y apretado y puede lucir hinchado. “Cuando hacemos ejercicio producimos endorfinas, hormonas que se encargan de darnos sensación de bienestar y felicidad. Con esto no solo disminuye el estrés sino también los síntomas digestivos”, comenta Valerio. ¿Por qué el estrés afecta tanto el sistema digestivo? Cuando estamos estresados producimos cortisol y adrenalina, las llamadas hormonas de la supervivencia, gracias a las cuales reaccionamos en situaciones de peligro. Cuando nos estresamos, el cortisol y la adrenalina redistribuyen el flujo sanguíneo en el cuerpo. Merman el aporte de sangre que va al aparato digestivo y lo envían al corazón, a los pulmones y a los músculos para que el cuerpo, que se encuentra en estado de alerta por el estrés, esté preparado para reaccionar ante cualquier eventualidad. Al recibir menos flujo sanguíneo, el sistema digestivo baja su función y por eso se desencadenan cuadros de gastritis, colitis, reflujos, diarreas, estreñimiento, entre otras afecciones gastrointestinales. “Este fenómeno es lo que mucha gente llama ‘regarse las bilis’. También puede ocurrir cuando los pacientes han estado muy tristes o se llevan un disgusto o un susto, incluso en periodos de mucha felicidad también puede presentarse”, expresa la gastroenteróloga. Debido a esa respuesta del cuerpo ante el estrés, es importante realizar actividad física, porque así favorecemos la relajación. Con el ejercicio físico secretamos grelina y leptina, hormonas que trabajan en equipo para regular el hambre. Según el sitio web Nutriendo, “tienen funciones biológicas opuestas: la leptina, producida principalmente por el tejido adiposo, inhibe las ganas de comer, mientras que la grelina despierta la sensación de apetito”. Cada vez que comemos se activa la insulina, una hormona que regula el azúcar en la sangre: distribuye la glucosa por todas las células, para que estas tengan energía y el cuerpo pueda realizar todas sus funciones. En condiciones normales, el azúcar llega al aparato digestivo y el intestino delgado la absorbe, pero si ingerimos azúcar en exceso, la insulina no sabe qué hacer con ella y empieza a llevarla al hígado, donde se transforma en grasa. “Es ahí donde se forman las famosas llantitas, o cuando empezamos con hígado graso, por el exceso de azúcar que consumimos en la dieta”, amplía Valerio. Según la experta, cuando hacemos ejercicio, baja la cantidad de azúcar disponible en la sangre. Esto, a su vez, disminuye la cantidad de grasa corporal, con lo cual es menos probable padecer de hígado graso o de páncreas graso. El esfuerzo físico hace que mejoremos nuestra composición corporal, es decir, bajamos la cantidad de grasa en el cuerpo y aumentamos el músculo, un tejido metabólicamente activo que necesita mucho mayor aporte de azúcar o de energía para funcionar. Por eso quienes realizan ejercicio y empiezan a aumentar músculo tienen mayor probabilidad de perder peso, con lo cual se reduce el riesgo de obesidad, un factor asociado con el padecimiento de cáncer gastrointestinal.1. Al movernos, el sistema digestivo también se mueve
2. Reducimos la sensación de inflamación
3. Bajamos los niveles de estrés y así mejoramos la salud estomacal
4. Tenemos mayor sensación de saciedad
5. Evitamos el hígado graso y el páncreas graso
6. Disminuimos el riesgo de obesidad